La arquitectura sostenible resiliente se ha convertido en una palabra cada vez más común en nuestro vocabulario cuando hablamos de personas, edificios, ciudades o incluso de sociedades enteras que superan todo tipo de problemas.
La arquitectura sostenible, es aquella que tiene en cuenta el impacto que va a tener el edificio en su entorno durante todo su ciclo de vida, desde su construcción, pasando por su uso, y su derribo final.
Se consideran los recursos que se van a utilizar, los consumos de agua y energía de los propios usuarios y finalmente, qué sucederá con los residuos que generará el edificio en el momento que se derribe y también los daños que pueda sufrir el entorno que rodea la construcción.
Su principal objetivo es reducir estos impactos ambientales y asumir criterios de implementación de la eficiencia energética en su diseño y construcción. Todo esto, sin olvidar los principios de confortabilidad y salud de las personas que habitan estos edificios.
Relaciona de forma armónica las aplicaciones tecnológicas, los aspectos funcionales y estéticos y la vinculación con el entorno natural o urbano, para lograr hábitats que respondan a las necesidades humanas en condiciones saludables, sostenibles e integradoras.
El termino resiliencia, hace referencia a varios significados según de donde se le vea, en este caso miraremos algunos conceptos relacionados al artículo:
- Resiliencia (urbanística): Capacidad de la ciudad para resistir una amenaza, también absorber, adaptarse y recuperarse de sus efectos de manera oportuna y eficiente, incluye la preservación y restauración de sus estructuras y funciones básicas
- Resiliencia (tecnología): Capacidad de un sistema tecnológico de soportar y recuperarse ante desastres y perturbaciones
- Resiliencia (ecología): Capacidad de las comunidades y ecosistemas de absorber perturbaciones sin alterar significativamente sus características de estructura y funcionalidad, pudiendo regresar a su estado original una vez que la perturbación ha cesado
- Resiliencia (ingeniería): Puede ser recuperada de un cuerpo deformado cuando cesa el esfuerzo que causa la deformación
Ahora, si aplicamos este concepto a una edificación o arquitectura resiliente, diríamos que la resiliencia de un edificio es su capacidad para recuperarse tras un desastre; lo que también podría traducirse como su capacidad de resistencia a los desastres naturales.
El mundo entero ha sido víctima de innumerables desastres, hemos visto como la gran vulnerabilidad urbana se derrumba.
Por ello, este aumento de extremos acontecimientos debidos al cambio climático (huracanes, lluvias torrenciales) está conduciendo a que el diseño arquitectónico sea mucho más exigente. Por ejemplo, a la hora del cálculo de las cargas de viento o de la concentración de precipitaciones, no sólo en las zonas tradicionalmente propensas a huracanes e inundaciones, sino como nueva variable a considerar en todas las edificaciones con independencia de su ubicación geográfica.
Resiliencia y sostenibilidad:
En la naturaleza predominan materiales que hemos denominado como sostenibles, tales como el corcho, el bambú y muchos de los que poseen características aislantes, sin duda, se relacionan muy bien con una construcción resiliente, siendo un claro ejemplo de conciliación entre resiliencia y sostenibilidad.
La arquitectura que está en sintonía con la naturaleza, puede proporcionar soluciones útiles para el desarrollo sostenible, pero, aún no forma parte de los procesos centrales de planificación de la infraestructura urbana.
El ritmo exponencial de la urbanización, junto con el aumento del riesgo del cambio climático, ha aumentado el estrés en la infraestructura urbana. Si queremos que las ciudades sean verdaderamente sostenibles y resistentes, la arquitectura sostenible debe ser la base para la planificación urbana. Debe convertirse en una parte integral de la zonificación, junto con los esfuerzos de evaluación de impacto ambiental y social.
Actualmente, la arquitectura de la resiliencia es la nueva sostenibilidad y la adaptación es el nuevo paradigma en el desarrollo urbano. Esto exige un equilibrio entre la infraestructura verde y la gris de una manera que integre las comunidades, la naturaleza y el patrimonio.
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